Soja texturizada: propiedades, beneficios y su uso en la cocina

Soja texturizada: propiedades, beneficios y su uso en la cocina

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Soja texturizada: propiedades, beneficios y su uso en la cocina

La soja es una de las legumbres con mejor calidad nutricional y de la cual tenemos a disposición variedad de subproductos, entre ellos se encuentra la soja texturizada de la cual hoy te contamos sus beneficios, propiedades y posibles usos en la cocina.

Propiedades de la soja texturizada

La soja texturizada se obtiene mediante un método que incluye la aplicación de calor y presión en una máquina extrusora de los granos de soja previamente desgrasados y sin su piel. La textura esponjosa y porosa de las partículas de la soja texturizada son producto de la separación de las moléculas de proteínas ante el tratamiento recibido y posterior unión, resultando un ingrediente muy semejante en su consistencia a la carne.

Por lo antes dicho, la soja texturizada es prácticamente proteínas en estad puro con más de un 50% de este nutriente en su composición y cuya calidad es elevada, comparable con la de la carne, sin grasas y con alto aporte de fibra que puede rondar el 14 a 15%, así como también con un porcentaje de carbohidratos que en promedio es de 30%.

Como la soja texturizada también recibe un tratamiento de deshidratación posee un contenido de agua no muy alto y sus nutrientes se concentran, obteniendo de este producto una considerable cantidad de calcio, potasio, fósforo, vitaminas del complejo B y sobre todo es destacable su aporte de hierro cercano a los 9 mg por cada 100 gramos, cantidad que supera ampliamente a fuentes de hierro de origen animal.

Por otro lado, como señala un estudio publicado en Journal of Agricultural and Food Chemistry, la soja texturizada como otros productos a base de soja contiene una cantidad apreciable de isoflavonas con función antioxidante en el organismo.

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Los beneficios de la soja texturizada

Dada las cualidades nutricionales de la soja texturizada, su consumo es de gran ayuda para obtener proteínas, hierro y otros nutrientes críticos en dietas vegetarianas o veganas.

Además, por su riqueza en proteínas y fibra la soja texturizada sacia con facilidad sin ofrecer gran cantidad de calorías por su pobre aporte de grasas, por lo que también es buena opción si se busca perder peso.

Una investigación publicada en The American Journal of Clinical Nutrition señala que su consumo en reemplazo de proteínas de origen animal tiene la capacidad de reducir el colesterol en sangre, así como también podría ser de ayuda para revertir dislipemias en el organismo como señala un estudio publicado en The Lancet.

Por estas características se considera a la soja y sus derivados entre los que se encuentra la soja texturizada, un alimento de gran ayuda para cuidar la salud cardiovascular como concluyen científicos de Texas.

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Como usar soja texturizada en la cocina

La soja texturizada se consigue en partículas de diferentes calibres: finos muy semejantes a la carne picada o gruesos que parecen pequeñas albóndigas. Sea cual sea la opción debemos hidratar la soja texturizada en agua antes de usarla, para que adopte una consistencia blanda, porosa y fibrosa que resultará muy semejante a la carne y que podemos usar como tal.

Así, con soja texturizada podemos elaborar desde una salsa boloñesa vegana hasta tacos, chili vegeatiano o incluso, un adobo o salsa para otros platos.

También podemos encontrar en el mercado variedad de productos con soja texturizada en su interior, como pueden ser hamburguesas, Heura que semeja al pollo, pasteles u otros alimentos veganos que se proponen como el reemplazo perfecto a la carne.

Bibliografía consultada | The Journal of Nutrition, Volume 93, Issue 3, 1 November 1967, Pages 349–360, https://doi.org/10.1093/jn/93.3.349; J. Agric. Food Chem., 1994, 42 (8), pp 1666–1673 DOI: 10.1021/jf00044a016; Journal of Texture Studies, Volume9, Issue1‐2, June 1978, Pages 59-76; The American Journal of Clinical Nutrition, Volume 31, Issue 8, 1 August 1978, Pages 1312–1321, https://doi.org/10.1093/ajcn/31.8.1312; The Lancet, Volume 309, Issue 8006, 5 February 1977, Pages 275-27.
Imagen | Wikimedia Commons y Directo al Paladar.

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