Eliminar los productos ultraprocesados de tu alimentación es un buen reto para el nuevo curso: seis consejos para conseguirlo

Eliminar los productos ultraprocesados de tu alimentación es un buen reto para el nuevo curso: seis consejos para conseguirlo

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Eliminar los productos ultraprocesados de tu alimentación es un buen reto para el nuevo curso: seis consejos para conseguirlo

De todos los cambios que puedes hacer en tu rutina que vayan a repercutir de forma indiscutible sobre tu salud, el de abandonar los productos ultraprocesados es uno de los más eficaces. Estos alimentos, que consumimos porque son cómodos, baratos y saben bien, no hacen ningún favor a nuestro bienestar, ya que suelen estar llenas de azúcares, sal, grasas poco sanas y otros añadidos que mejoran su sabor y su aspecto pero no son beneficiosas para nuestro organismo.

Así que si te lo has propuesto como objetivo para este curso, o si acabamos de convencerte para que así sea, ¡enhorabuena! Es un empeño loable al que dedicar tus esfuerzos. Claro que... no es fácil. Bien por falta de conocimiento o de tiempo, puede que eliminarlos de tu alimentación sea complicado, así que aquí van algunos consejos que pueden ayudarte.

Aprende a reconocerlos

¿Sabes exactamente cuáles son los alimentos ultraprocesados? Existen productos con distintos grados de procesamiento. Algunos, los que llamamos simplemente procesados, han recibido algún tratamiento en el que se han alterado algunas de sus propiedades, como por ejemplo, las verduras o legumbres en conserva.

Después están los ultraprocesados, que son los que nos ocupan. Son aquellos productos en los que no son visibles a simple vista los ingredientes con los que están hechos. Para saber exactamente qué llevan es necesario recurrir a la lista de ingredientes, y muchas veces se destacan algunos en sus envases o publicidad que no son los más abundantes.

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En este grupo entrarían: la bollería industrial, los snacks de patatas fritas y similares, las tabletas de chocolate, las sopas, caldos y purés envasados, los platos congelados o listos para calentar en el microondas, los postres lácteos, las mermeladas, los cereales de desayuno...

En general aguantan mucho tiempo, tienen un precio bajo, son muy apetecibles y no son una versión procesada de un alimento fresco, sino un producto totalmente distinto.

No los compres

Esto es una obviedad pero... si no los quieres comer, lo mejor es que directamente no los compres. Quizá creas que es una buena idea tenerlos "por si acaso", o que serás capaz de resistirte aunque sepas que están ahí.

Quizá tengas razón, o quizá termines recurriendo a ellos con cualquier excusa. Por si acaso, lo mejor que puedes hacer es no comprarlos, porque si no están en casa, te será más inconveniente echártelos a la boca.

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Busca alternativas

El problema es que estos alimentos normalmente son muy cómodos y convenientes. Para evitarlos, hay que darle a a cabeza y pensar alternativas: platos más sencillos que tú puedes hacer que llenar el congelador de elaboradas preparaciones precocinadas, postres basados en fruta fresca mejor que en lácteos edulcorados, infusiones frías mejor que refrescos...

Si dedicas algo de tiempo e interés encontrarás que no necesitas los ultraprocesados en tu dieta, o que su presencia puede ser mínima, y que hay muchos otros alimentos a tu alcance para elaborar tus comidas. Si necesitas ideas, aquí tienes un menú de una semana sin nada de ultraprocesados.

Mejor el mercado que el súper

Si quieres evitar los ultraprocesados, este es probablemente el consejo más práctico: cambia el sitio en el que haces la compra, y en vez de ir al supermercado, ve al mercado, porque en sus puestos es fácil encontrar todo tipo de productos frescos, y muy pocos procesados de este tipo.

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Todo lo contrario de lo que ocurre en el súper, donde las estanterías, especialmente las más visibles, están llenas de paquetes, tarros, bolsas y tarrinas que contienen, principalmente, los ultraprocesados que queremos evitar.

Hazte la vida lo más fácil posible

Normalmente recurrimos a los ultraprocesados porque son muy cómodos. Te solventan una comida improvisada o una cena cuando estás demasiado cansado como para cocinar o, aun peor, pensar qué cocinar.

Como te conoces, hazte la vida más fácil. Si sabes que te da pereza cocinar por las noches, opta por cenas sencillas que no requieran demasiada preparación (aquí tienes unas cuantas ideas). O bien dedica una tarde a la semana a preparar comida que puedas dejar hecha e ir utilizando durante la semana. Congela y sácalo cada mañana para llevártelo al trabajo o para cenar esa noche.

Adelántante a ti mismo y haz que tu yo del futuro no eche de menos esa lasaña precocinada que solía salvarte la cena de los miércoles...

Dedícale un poquito de atención a la cocina

Si hubiese que convertirse en un habilidoso chef para comer de forma saludable, muchos nos habríamos quedado fuera de la carrera desde el principio, pero por suerte no es así. Hay muchas recetas sencillas y de pocos ingredientes que pueden salvarte en esta situación.

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Eso sí, ponle un poco de cariño, un poquito nada más. Juega con las especias, varía los ingredientes a tu antojo, prueba tus propias innovaciones... Si te implicas un poco en la preparación de tus comidas, la satisfacción al comerlas será mayor y te costará menos pasar de los preparados.

Lee (y entiende) las etiquetas

Estoy convencida que el mejor truco para ir eliminando los ultraprocesados es aprender a reconocerlos y para ello, además de las pistas que hemos dado en el primer punto, nada mejor que leer sus etiquetas.

Si tiene más de cinco ingredientes, y si entre los tres primeros está el azúcar (en cualquiera de sus variantes: jarabe de fructosa, dextrosa, jarabe de palma o de maíz...), es un alimento poco saludable. Si el primero de eso ingredientes no coincide con el que se anuncia en el envase, tampoco es muy recomendable. Si contiene más de un gramo de sal por cada 100 gramos, mejor que lo vuelvas a dejar en la estantería...

Los etiquetados son complejos y hace falta un rato de lectura para pillarlos. No te cortes, no vayas a la compra con prisas. Lee, estudia y comprende lo que estás comprando. Aquí te damos unas cuantas claves para conseguirlo.

Imágenes | Pixabay
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